Hemos tenido la triste noticia de la muerte del dirigente Santiago Contoricón –en la noche, a sangre fría y delante de su familia–, uno más de los 60 asesinados en estos últimos años por el narcotráfico en la Selva Central de Perú. Pero os aseguramos que la cifra es mayor.
Son líderes que se atreven a hacer frente a la lacra de los narcotraficantes, que no solo producen una droga que devasta a nuestra sociedad, sino que su producción en la selva contamina con elementos químicos las aguas que beberán las comunidades nativas más vulnerables. Este año pasado se verificaron muertes de niñas y niños por esta causa en la alejada comunidad asháninka de Parijaro (cuenca del río Ene).
El hartazgo de la población nativa provocó un levantamiento armado en el Distrito de Río Tambo, que quisieron enfrentarse por sí mismos a los narcos. Altercados, cierres de carreteras… y casi un mes después, varios ministros del debilitado gobierno del Perú se dignaron a hacer su aparición en la zona, ante la presión de los acontecimientos, que trascendieron a nivel nacional.